miércoles, 29 de mayo de 2013

No hay nada más que nada.

Esa mañana había un gato negro de ojos verdes que se la quedó mirando. No sabía si cruzar por delante de ella y hacerla pasar el peor día de su vida o quedarse ahí, quieto, mirándola, persiguiéndola por las calles de Madrid. Ese día algo sintió, algo que no supo lo que era hasta que se fue a dormir. Ese día recibió un mensaje, de él. No sé si tenía ganas de reír o de llorar. No sé si mirar por la ventana en ese instante fue idóneo o no. Podría haberse puesto los cascos y escuchar música que la trajera recuerdos, o también podría haber leído el libro que la prestó. Pero no, solo miró por la ventana de su habitación llena de fotos que quizás debería haber quitado ya. Pero en ese instante en el que ella miró, se dio cuenta de que el gato negro de esa mañana le sonrió.
Y es que hay veces en el que por mucho que las cosas no te gusten, son así. Y tienes que seguir su curso, son ellas la que te dirigen hacia donde tú quieras llegar. Hay veces en las que la suerte está de tu parte, aunque parezca que no. Hay veces en las que el destino quiere que las pases putas para que veas que ha merecido la pena.
"Solo le doy al play y hay ruina en mi ventana". 

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